Hoy voy a empezar contándoos una desagradable experiencia personal. El viernes pasado, mi abuela, de 92 años, abrió la puerta a (según sus palabras) “un chico muy majo, como tú, bien vestido y todo”, que se le presentó como un trabajador de la compañía eléctrica. Esta persona le contó una historia llena de tecnicismos, de cables, de comprobaciones remotas, que concluía amenazando a mi pobre abuela con cortarle la luz si no le pagaba en ese momento 400 euros. La mujer le contestó que sólo tenía 200 en casa. Y el elemento en cuestión, tras desplumarla y requerirla para que tuviera preparados los otros 200 euros preparados el lunes, con las mismas se fue.
- La culpa es suya, por confiada.