Hace
unas semanas, un compañero de profesión contactó conmigo para ver si podía
echarle un vistazo y contarle mi opinión sobre un artículo que estaba
preparando.
El
compañero es Esteban García Rubio (a.k.a. @_grasas_
en twitter). Y el artículo, publicado en el número de enero de 2013 de la Voz
del Colegiado (que desde ahora se integra como suplemento en la Revista de
Obras Públicas), puedes
descargarlo aquí.
…
Pero a mí me hacía ilusión dejarlo aquí colgado. Seguramente tras leerlo
comprendáis por qué.
En
cuanto al artículo… Claro que no todos somos igual de responsables. Pero antes
de que empecemos a achicar agua del bote de nuestra conciencia por esa vía,
permitidme que os recuerde uno de mis pasajes favoritos de “La Rebelión de las
masas”, de Ortega y Gasset:
“Fuera interesante y hasta útil someter
a este examen el carácter individual del español medio. La operación sería, no
obstante, enojosa y, aunque útil, deprimente; por eso la elude. Pero haría ver
la enorme dosis de desmoralización íntima, de encanallamiento que en el hombre
medio de nuestro país produce el hecho de ser España una nación que vive desde
hace siglos con una conciencia sucia en la cuestión de mando y obediencia. El
encanallamiento no es otra cosa que la aceptación como estado habitual y
constituido de una irregularidad, de algo que mientras se acepta sigue
pareciendo indebido. Como no es posible convertir en sana normalidad lo que en
su esencia es criminoso y anormal, el individuo opta por adaptarse él a lo
indebido, haciéndose por completo homogéneo al crimen o irregularidad que
arrastra. Es un mecanismo parecido al que el adagio popular enuncia cuando
dice: “Una mentira hace ciento”, Todas las naciones han atravesado jornadas en
que aspiró a mandar sobre ellas quien no debía mandar; pero un fuerte instinto
les hizo concentrar al punto sus energías y expeler aquella irregular
pretensión de mando. Rechazaron la irregularidad transitoria y reconstituyeron
así su moral pública. Pero el español ha hecho lo contrario: en vez de oponerse
a ser imperado por quien su íntima conciencia rechazaba, ha preferido
falsificar todo el resto de su ser para acomodarlo a aquel fraude inicial.
Mientras esto persista en nuestro país, es vano esperar nada de los hombres de
nuestra raza. No puede tener vigor elástico para la difícil faena de sostenerse
con decoro en la historia una sociedad cuyo Estado, cuyo imperio o mando es
constitutivamente fraudulento”:
Yo
estoy contigo, Esteban. El primer paso es reconocerlo. Muchas gracias.
Narrativa