Esta mañana, al entrar al salón después de
ducharme, mi niño Samuel me ha saludado: “¡Mira, papá!”, me ha dicho, mientras
me miraba sonriente con una careta de Albert Einstein.
Ese pequeño gesto, esa sonrisa ha producido
un enlace neuronal en mi cerebro que me ha llevado a pensar en la palabra
relatividad. Todo en esta vida es relativo. Hay que relativizar…