Esta mañana, al entrar al salón después de
ducharme, mi niño Samuel me ha saludado: “¡Mira, papá!”, me ha dicho, mientras
me miraba sonriente con una careta de Albert Einstein.
Ese pequeño gesto, esa sonrisa ha producido
un enlace neuronal en mi cerebro que me ha llevado a pensar en la palabra
relatividad. Todo en esta vida es relativo. Hay que relativizar…
Puede ser relativa la opinión de una persona
sobre si manifestarse pacíficamente es un derecho o una imprudencia. Puede ser
relativa la opinión de una persona sobre si una convocatoria
de acción de desobediencia civil es pacífica o no, si es idónea o no, si es
inclusiva o no.
Puede ser relativa la
opinión que cada uno se forje de lo que pasa ahí fuera, probablemente en directa
correspondencia de lo cerca que estés de ahí fuera.
Puede ser relativo que parezcas manifestante
o trabajador volviendo a casa, y que en función de esta apariencia te empiecen
a apalear o no mientras
usas el transporte público.
Puedes relativizar tus prioridades en la vida.
No, realmente quiero decir que debes hacerlo. Y no olvidar nunca que, por muy
comprometido que estés con una causa que crees la más justa del mundo, lo más importante en tu vida es ese
niño que te sonríe con una máscara de Einstein, y su hermano, y su madre. Y sus
abuelos y sus tías. Y sus amigos. Y toda la gente que te quiere.
… Y, aunque no tengas miedo (porque no olvidemos
que la felicidad es no tener miedo), tienes cabeza. Y sabes que no puedes
permitir quedarte
parapléjico. Qué cojones. No quieres quedarte parapléjico. Solamente
quieres hacer todo lo posible por ser feliz...
Porque hay cosas que no son relativas. Como estas
imágenes de lo que pasó ayer que os recomiendo no perderos (“una imagen
vale más que mil palabras”). O como que yo ayer no fui feliz, porque pasé
miedo.
Os voy a contar mi experiencia de ayer. He
ido a varias manifestaciones en mi vida. Pero nunca había sentido lo que ayer.
Acudí con mis hermanas (@Evuchi82, @RociDelu y @nanini86), y con mi amigo
tuitero @Scooterb0y, y no pude coincidir con otros dos amigos con los que
pensaba estar (@JaviDiplo y @spokstad) por incompatibilidades espaciotemporales.
El caso es que allí estábamos, en la plaza de
Neptuno, rodeados de personas, en su mayoría totalmente pacíficas, aunque se
distinguían individuos embozados cuyas malas intenciones estaban claras. Os
dejo aquí una perspectiva de lo que yo podía ver. Como veis, nada más que
gente.
La manifestación fue, en el entorno que
abarcaba mi vista, principalmente pacífica. De vez en cuando a decenas de
metros, se veía cómo alguna lata de cerveza sobrevolaba las cabezas de los
manifestantes. En esos momentos cientos de personas comenzaban a gritar automáticamente
“No a la violencia”, “Fuera fascistas”, “No tiréis cosas” y otros gritos
parecidos. También se produjeron intentos de sentadas, para mostrar la “No
violencia”, sentadas que se deshacían rápidamente por lo que creíamos amagos de
la policía.
Al rato empezaron las cargas. Recomponiendo
los hechos, por mi situación, la hora y los vídeos difundidos por medios de
comunicación y redes sociales, creo que la nuestra fue la originada por el
tristemente famoso vídeo de los
encapuchados con escudos. El caso es que de repente los cientos de personas
que tenía delante comenzaron a levantar sus manos al cielo, mostrando las
palmas y gritando “ÉSTAS SON NUESTRAS ARMAS”… Hasta que empezaron a correr
hacia atrás. Entre la policía y nosotros había por lo menos quince filas de
personas, que nos adelantaron en los menos de cinco segundos que yo tardé
en recoger a mi hermana @RociDelu del suelo (había tropezado al intentar
moverse hacia atrás). Cuando conseguí levantarla, giré la cabeza y vi cómo un
antidisturbio la emprendía a golpes, justo detrás de mi espalda, contra el
ciudadano que tenía a mi lado… Salimos corriendo los cuatro hermanos y
conseguimos evitar los golpes, gracias a Dios.
Separados decenas de metros de la plaza, ya
más calmados, nos quedamos media hora más, en la que comprobamos cómo la
policía estaba perfectamente organizada para disolver la manifestación, al
precio que fuese.
Hoy estoy más tranquilo, y tengo la
experiencia aposentada. Mi aprendizaje de ayer fue más bien una constatación de
una evidencia que mi mente ciudadana se negaba a admitir: la policía al
servicio de los malos. Porque os recuerdo que los malos están más arriba,
tienen nombre y apellidos, y nunca van a las guerras, sino que las generan, nos
colocan a los demás en ellas, nos miran desde la altura y se descojonan.
Pues si quieren guerra la van a tener. No
tenemos miedo, y seguimos en guerra: ya
hace casi un año que me pinté la cara.
Acabo como empecé, hablando de Einstein. O
mejor dicho, citándole:
…
PD.- Si has sido capaz de llegar hasta aquí,
y necesitas seguir informándote de lo que pasó ayer #25S, te recomiendo que
pinches en los enlaces que he ido dejando en el artículo. Es muy posible que
estas cosas no las encuentres en los medios de comunicación que estamos
acostumbrados a consumir.
Gracias Manu por estar ahí y por contárnoslo tan bien. Ahora mismo hago circular este texto. Creo que es necesario que afines y los que no lo son tanto se enteren.Un besazo.
ResponderEliminarVaya mierda, lo siento mucho manu. Los enlaces no los puedo ver con sonido, los miraré esta noche (ya que no he visto ni leído ninguna fuente de otro tipo para no ver las cosas tergiversadas).
ResponderEliminarUn abrazo,
Hola Manu, dile a Roci que a las manis se van sin tacones. Estas rubias...
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