Ahora que ha pasado una semana desde las elecciones generales, ya todo ha ido reposando y dejando poso. Yo voy a dejar aquí la experiencia que viví siendo apoderado de UPyD en el colegio donde, además, me tocaba votar. El colegio de mi barrio.
Lo primero que quiero recordar, para que no se me olvide nunca, es lo bien que me sentí aportando algo más que mi voto al sistema democrático. Está muy de moda esto de regenerar la democracia, pero si algo me ha enseñado el 15M es eso del “Yo lo propongo, yo me lo como”, o “De cómo saber que si quieres que algo cambie lo mejor que puedes hacer es empezar a cambiarlo tú mismo”, o “El movimiento se demuestra andando”.
Otra cosa que si no la digo reviento. Según los datos del MIR, casi diez millones de personas con derecho a voto se han quedado en casa. Casi tantos como los votantes del Partido Popular. No me quiero extender en lo que pienso de la abstención activa (la pasiva prefiero ni mencionarla, esos “no merecen ni el pan que se comen”). Solamente un par de cosas:
- No puedo entender eso de “no voto porque no creo en el sistema y no quiero entrar a formar parte de él”… ¿Es que no pagas impuestos? ¿Es que no participas del consumismo? ¿Es que las leyes no son también para ti? ¿Acaso eres un ermitaño que vives en una isla desierta?
- Para mí, un abstencionismo cuyo resultado es que las cosas sigan como están habiendo tenido tan fácil cambiarlas es cualquier cosa menos activo.
Así que ahora, abstencionistas activos, no me lloréis.
Volviendo al tema, que me disperso, que me conozco. La jornada electoral.