martes, 9 de diciembre de 2014

Todos eran importantes

Este cuentito lo he escrito como apoyo de la Pastoral de Adviento 2014 del Colegio Obispo Perelló, en la clase de 1º de Primaria D, basado en una idea original de @Chuminola_90. La temática que trabajábamos era la Tolerancia.

***

Por aquellos días, el claro del bosque encantado estaba rebosante de actividad. Se celebraba el campeonato anual de Baloncesto Animal. Este año les tocaba participar a cinco especies de animales, venidos desde todos los continentes del mundo mundial:

  • De la sabana africana llegó el equipo de las Majestuosas Jirafas. Con sus larguiruchos cuellos llegaban muy alto, muy alto. Pensaban que ganarían fácilmente el campeonato, porque con sólo estirarse un poquitín, meterían todas las canastas.
  • Desde las llanuras asiáticas llegó el equipo de los Gigantes Elefantes. Eran tan tremendos que para intentar moverlos un centímetro había que ser muy fuerte, muy fuerte. Pensaban que ganarían fácilmente el campeonato, porque con su fortaleza nadie sería capaz de meterles una canasta.
  • De las selvas americanas llegó el equipo de los Guacamayos Voladores. Volaban de un lado para otro, con sus bonitos colores, y para no despistarse persiguiéndoles con la mirada uno tenía que estar muy concentrado, muy concentrado. Pensaban que ganarían fácilmente el campeonato, porque todos estarían tan despistados mirándoles que les sería muy fácil ganar los partidos sin que los rivales se dieran cuenta.
  • De las islas de Oceanía llegó el equipo de los Canguros Saltarines. Con sus potentes patas traseras se propulsaban para dar saltos muy largos, muy largos. Pensaban que ganarían fácilmente el campeonato, porque dando cuatro saltos llegarían de un extremo de la pista al otro y meterían todas las canastas.
  • De los bosques europeos llego el equipo de las Veloces Liebres. Pequeñas y ágiles, sin que te dieras cuenta corrían de aquí para allá muy rápido, muy rápido. Pensaban que ganarían fácilmente el campeonato, porque con su súper velocidad escaparían de todos sus adversarios y llegarían rápidamente a la canasta.

Así pues, por fin llegó el gran día: al caer el sol comenzarían los partidos, y todos los equipos aprovecharon la mañana para entrenar sus mejores jugadas.


Las jirafas saltaron a la pista, con sus cuellos muy estirados, y se acercaron al balón.

-       Pasa, pasa, pásame la pelota – gritó la Jirafa Rafa, que era el capitán del equipo.
-       Toma, allá va. Ahora mismo la cojo con mis patas y te la paaaa… - Cuando Petra, la compañera de Rafa fue a pasarle la pelota, como era un poco torpe se cayó patas arriba.
-       ¿Pero qué te ha pasado? – dijo Rafa.
-       ¡Que me he caído patas arriba! ¿No ves que como soy tan alta, también soy un poco torpe? Yo soy muy buena estirando el cuello, pero no me pidas que sea ágil, porque lo que no puede ser no puede ser… y además es imposible.

Las Majestuosas Jirafas se quedaron preocupadas, porque aunque eran muy altas y eso era muy bueno para coger rebotes y llegar a la canasta, también eran torpes. Se pusieron muy tristes, porque pensaron que cuando empezara el campeonato iban a hacer el ridículo. Pensando esto, se fueron al vestuario, y dejaron la cancha para que entrenaran los Gigantes Elefantes.

Los elefantes saltaron a la pista, dando unas tremendas pisadas cuyos golpes asustaban a cualquiera, y se acercaron al balón.

-       Pasa, pasa, pásame la pelota – gritó el Elefante Vicente, que era el capitán del equipo.
-       Toma, allá va. Ahora mismo la cojo, y te la paaaaa… - Lola, la compañera de Vicente se acercó a pasarle la pelota, pero como era tan grande y pesada, era muy leeeeeenta, y el tiempo pasaba y ella no llegaba a la pelota.
-       ¿Pero qué pasa? – dijo Vicente - ¿Por qué no te das más prisa?
-       ¿Cómo me voy a dar prisa? ¿No ves que como soy tan grande, también soy muy pesada y me cuesta mucho mover mi cuerpo? Yo soy muy fuerte, pero no me pidas que sea rápida, porque lo que no puede ser no puede ser… y además es imposible.

Los Gigantes Elefantes se quedaron preocupados, porque aunque eran muy fuertes y pesados, y eso era muy bueno para defender, bloquear a los rivales y no dejarles pasar, también eran lentos. Se pusieron muy tristes, porque pensaron que cuando empezara el campeonato iban a hacer el ridículo. Pensando esto, se fueron al vestuario, y dejaron la cancha para que entrenaran los Guacamayos Voladores.

Los guacamayos saltaron a la pista, haciendo piruetas en el aire y agitando sus plumas de bonitos colores, y se acercaron al balón.


-       Pasa, pasa, pásame la pelota – gritó la Guacamayo Chayo, que era la capitana del equipo.
-       Toma, allá va. Ahora mismo la cojo, y te la paaaaa… - Rayo, el compañero de Chayo, según se acercaba a la pelota, vio que el público en las gradas estaba disparando sus cámaras de fotos para conseguir una instantánea de ese bello pájaro. Él, como era tan presumido, giro la cabeza para salir bien en las fotos y no se dio cuenta que la rama de un árbol se interpuso en su camino… El tortazo fue tremendo, y Rayo cayó al suelo como un rayo.
-       ¿Pero qué pasa? – dijo Chayo - ¿Por qué te has despistado?
-       ¿Cómo no me voy a despistar? ¿No ves que como soy tan bonito, todos esos animales quieren tener una foto de mi belleza… ¡Me debo a mi público! Yo soy muy guapo, pero no me pidas que me concentre, porque lo que no puede ser no puede ser… y además es imposible.

Los Guacamayos Voladores se quedaron preocupados, porque aunque eran muy bellos y además podían volar, y eso era muy bueno para despistar a sus rivales, también eran presumidos. Se pusieron muy tristes, porque pensaron que cuando empezara el campeonato iban a hacer el ridículo. Pensando esto, se fueron al vestuario, y dejaron la cancha para que entrenaran los Canguros Saltarines.

Los canguros saltaron a la pista, nunca mejor dicho, ya que sus saltos eran supermegalargos, y se acercaron al balón.


-       Pasa, pasa, pásame la pelota – gritó el Canguro Arturo, que era el capitán del equipo.
-       Toma, allá va. Ahora mismo la cojo, y te la paso. – Isa, la compañera de Arturo, cogió el balón. Lo metió en su bolsa de canguro, porque todos sabéis que los canguros tienen una bolsa en la tripa que usan para llevar a los bebés canguro. Pues bien, con el balón en la bolsa, dio un salto supermegalargo y se plantó en la otra punta de la pista.
-       ¡Muy bien, Isa! ¡Ahora pasa, pasa!
Entonces Isa fue a pasar el balón y… No pudo hacerlo bien, porque sus patas delanteras eran muy cortas, y el pase se le quedó corto.
-       ¿Pero qué pasa? – dijo Arturo - ¿Por qué me has hecho un pase tan corto?
-       ¡Qué cosas tienes, Arturo! ¿Es que no ves que tengo los brazos muy cortos? No lo he podido hacer mejor. Yo doy saltos supermegalargos, pero no me pidas que dé buenos pases, porque lo que no puede ser no puede ser… y además es imposible.

Los Canguros Saltarines se quedaron preocupados, porque aunque podían usar su bolsa para llevar el balón y además daban saltos supermegalargos, y eso era muy bueno para llevar el balón de un sitio a otro, tenían las patitas de delante muy cortas y no daban buenos pases. Se pusieron muy tristes, porque pensaron que cuando empezara el campeonato iban a hacer el ridículo. Pensando esto, se fueron al vestuario, y dejaron la cancha para que entrenaran las Veloces Liebres.

Las liebres saltaron a la pista, y corriendo a velocidad supersónica, en un periquete se acercaron al balón.


-       Pasa, pasa, pásame la pelota – gritó Lali la Liebre, que era la capitana del equipo.
-       Toma, allá va. Ahora mismo la cojo, y te la paso. – Lila, la compañera de Lali, rápidamente cogió el balón. Con gran velocidad se acercó a Lali, y se lo pasó.
-       ¡Toma, Lali! – Y a velocidad supersónica se alejó de ella. Lali cogió el balón, volvió a acercarse a Lila a velocidad supersónica y le dijo, pasándoselo de nuevo.
-       ¡Toma, Lila! – Esta jugada la repitieron varias veces a velocidad supersónica - ¡Toma, Lali! ¡Toma, Lila! ¡Toma, Lali! ¡Toma, Lila! ¡Toma, Lali! ¡Toma, Lila!
Así llegaron a la canasta y, cuando parecía que iban a ser capaces de encestar, Lila lanzó el balón y… y… Y el balón apenas subió, y no llegó a la canasta.
-       ¿Pero qué pasa? – dijo Lali - ¿Por qué has lanzado un tiro tan flojo?
-       ¡Qué cosas tienes, Lali!. ¿No te das cuenta que soy tan rápida por ser muy ligera? Y como soy tan ligera, no tengo apenas fuerza, así que no me pidas que llegue a la canasta con el balón, porque lo que no puede ser no puede ser… y además es imposible.

Las Veloces Liebres se quedaron preocupadas, porque aunque corriendo alcanzaban una velocidad supersónica, y eso era muy bueno para pasarse el balón entre ellas y llegar rápidamente a la canasta, eran muy débiles y no podían encestar. Se pusieron muy tristes, porque pensaron que cuando empezara el campeonato iban a hacer el ridículo. Pensando esto, se fueron al vestuario, y así terminó la mañana.

A la hora de comer, todos los equipos estaban preocupados: el público, la multitud de animales diferentes que habían llegado de todo el mundo para verles jugar, estaba deseando que comenzara el torneo, pero ellos ni siquiera podían tragar un bocado, de los nervios que tenían.

Todos los equipos se habían dado cuenta de que eran buenos en algo, pero no tan buenos en otras cosas, y que por sí mismos no serían capaces de hacer un buen partido: los que podían saltar, no podían pasar. Los que podían pasar y correr, no podían tirar y encestar. Los que podían encestar y coger los rebotes, eran torpes para moverse. Los que volaban por encima de las cabezas de los demás, se despistaban con facilidad. Y los que defendían con fuerza, se movían lentamente.

En resumen: todos eran diferentes, cada uno con sus cosas buenas, sus cosas menos buenas y sus cosas mejores. Pero si solamente se juntaban con los que eran iguales a ellos, el resultado no era tan bueno como el que se podía esperar.

Así las cosas, llegó la hora de comenzar los partidos. Los árbitros, los viejos y sabios búhos, llamaron a los equipos. Los cinco capitanes se aproximaron a los árbitros y dijeron que no querían jugar. Los búhos preguntaron:

-       ¿Pero qué os pasa? ¿No veis que están todos los animales esperando que empiecen los partidos? ¡Venga, ahora mismo poneros a jugar!

Los capitanes dijeron que no, y explicaron por qué les daba vergüenza salir a la cancha. Después de pensarlo mucho, el búho más viejo y más sabio tuvo una idea:

-       Lo que haremos será mezclaros entre vosotros y formar dos equipos. En cada equipo habrá un animal diferente, y así se combinarán las cosas buenas de todos vosotros.


Aquel día todos los animales del Arca de Noé disfrutaron del mejor partido de Baloncesto Animal de la historia del mundo mundial: los elefantes defendían con fuerza, recuperando los balones que pasaban a los canguros, que de un salto supermegalargo se acercaban a las liebres, que con su velocidad supersónica le llevaban el balón a las jirafas, que estirando su cuello se acercaban al aro para que los guacamayos volando empujaran el balón dentro de la canasta, a la vez que les hacían una bonita foto.

Cuando acabó el partido, todos los animales juntos y mezclados celebraron una gran fiesta, donde se lo pasaron genial. Porque ¿dónde se lo pasa uno mejor que en una gran fiesta llena de amigos diferentes?


Y lo mejor de todo es que aprendieron esa maravillosa lección, gracias a la sabiduría de los búhos: que todos eran diferentes, que todos eran necesarios y que todos eran importantes. Y que todos juntos y mezclados eran mucho más felices.

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