Este fin de semana ha sido noticia la decisión de Nicolás Sarkozy de imponer una suerte de Tasa Tobin a las transacciones financieras a partir de agosto de 2012. No es mi blog lugar donde encontrar sesudas referencias académicas sobre la naturaleza de la Tasa Tobin, simplemente quería echar una cuenta.
¿Por qué es buena una medida de este tipo? Porque es una medida contra el capitalismo, ese sistema agotado que nos aliena y manipula. La economía que nos consume se fundamenta en la especulación, el dinero ha dejado de ser un medio para convertirse en el fin, y vivimos en un mundo de burbuja de billetes que se elevó, ingrávido, sustentado por un dinero fiduciario inexistente, pero que ya ha estallado. Es lo que tiene la fe, que mueve montañas… Pero ¡ay! Si detrás de ella no hay algo verdadero, la fe no es nada.
La cuenta que quiero echar es la siguiente. Voy a resumir la evolución del IBEX-35 (por ejemplo) en un espacio temporal próximo (también por ejemplo), desde el 15 de mayo de 2011 (por aquello del 15M) hasta ayer mismo. Creo que valdría cualquier otro ejemplo para que entendamos la idea que quiero transmitir, que no es nada original, pero a veces no se ve.
Desde entonces, el IBEX-35 ha pasado de los 10.280 a los 8.517 puntos. Un 17% de pérdidas, que refleja la situación de crisis que vivimos… Crisis igual a pérdidas… Aunque un simple vistazo al gráfico nos permite observar que:
- La concentración de las pérdidas de valor se ha producido en unos dos meses. De hecho, entre el 4 de julio y el 12 de septiembre se produjo una pérdida del 27%. Si hacemos un poco de memoria (ésa de la que carece la masa enfurecida), recordaremos que por aquella época se habló de que EEUU podía entrar en suspensión de pagos por no llegar a un acuerdo los dos grandes partidos del imperio.
- El resto del periodo sujeto, desde mediados de mayo hasta primeros de julio y desde mediados de septiembre hasta finales de enero el índice se ha mantenido prácticamente estable.
Éste es un ejemplo de que muchas veces en nuestra cabeza tenemos imágenes formadas por la propaganda hábilmente manejada por el sistema que no concuerdan con la realidad empírica o histórica.
Pero no era ésta la cuenta que quería proponeros. Porque dije que mi número iba a demostrar la bondad intrínseca de la Tasa Tobin. Nada sesudo, ya os digo. Que no se me olvida que, como me dijo @elisabeni el otro día, “la economía #esunacienciasocial”.
La cuenta es la siguiente:
Imaginemos que tenemos un don. Que podemos adivinar cómo va a fluctuar el IBEX-35 día a día, y que por tanto podemos saber los valores de apertura. Imaginemos que es 15 de mayo y, en vez de irnos a la manifestación que han montado unos en facebook, decidimos invertir comprando IBEX-35.
Gracias a nuestro don, podremos aprovecharnos de todas las subidas y bajadas de la bolsa, comprando y vendiendo en función de lo que sabemos que va a pasar. Bueno, pues sumando los valores absolutos de los diferenciales de apertura del periodo analizado, la valorización de nuestra inversión sería de un 278%.
- Ya, pero es que nadie tiene ese don, si no todos seríamos millonarios.
- Ya, pero es que no es eso lo que os quiero contar.
Lo que busco es que comparemos lo que realmente se ha movido en valor absoluto el índice (que es un 17% si tenemos en cuenta el terremoto veraniego, y si no nada), con esas fluctuaciones artificiales que genera el juego de la bolsa. Y esto nada más hablando de aperturas, y sin jugar al intradía, a las opciones, a los futuros, a los derivados o a las segundas derivadas.
Recuperemos el sentido de la realidad de la palabra economía, expresado de forma maravillosamente genial por su propia etimología (oikos-nemó, administrador de la casa), y también por nuestra Real Academia (administración eficaz y razonable de los bienes), y apliquemos una tasa a los especuladores que les haga más difícil jugar con nuestros sueños. Porque seguimos teniendo sueño(s).
En esos sueños, por cierto, desde el domingo se me aparece José Luis Sampedro. A quien podría sentarme a escuchar todas las horas del mundo. Aquí os dejo (me dejo) trece minutos que se pasan en un suspiro. Os recomiendo de corazón que los veáis. Que los volváis a ver. Que os los aprendáis. Que los enseñéis a vuestros hijos. En fin, qué sé yo…
Lo que más me ha gustado a partir del minuto 11.
ResponderEliminarAB.