En mi cabeza se estaba pergeñando un nuevo texto, titulado “Súmate al cambio”. En él pensaba contar cómo estoy percibiendo la primera alternancia de partidos en el poder desde que soy funcionario del Ministerio de Fomento:
Quería hablar de cómo el cambio consiste en poner nuevos altos cargos y asesores para dar apariencia de cambio, de cómo los viejos quedarán bien colocados de todas maneras, calentitos esperando su nuevo momento de esplendor. De cómo, al estilo de una corte dieciochesca, unos y otros rumorean, se asoman, se pavonean, se dejan querer, suenan, se posicionan…
También quería haceros ver cómo esa apariencia de cambio hay que darla porque sí. Porque al nuevo gobierno le toca diferenciarse. Aunque no sepa cómo. Porque incluso se han escuchado órdenes desde las esferas políticas de cambiar sí o sí a todas las cabezas en ciertas direcciones generales, a quién poner es lo de menos. Para eso se pregunta a las personas “de confianza” por personas “de confianza” interesadas en “hacer carrera”. Cómo será que hasta a mí, que a estas alturas ya se conoce de qué pie cojeo, me han hecho la preguntita de marras “¿Te interesaría?”.
Pero no. No os lo voy a contar (al menos no os lo voy a detallar, porque ya os lo he contado). Simplemente me servirá de introducción para lanzar otra idea:
Tenemos que seguir haciendo la Revolución.
La lucha será difícil. Ha de librarse en distintos ámbitos, y no se debe descuidar ninguno: las instituciones, la calle, los medios de comunicación y, sobre todo, las personas. Estoy seguro de que cada cual encontraremos nuestro camino, y con sorpresa y alegría pronto descubriremos que esos caminos confluyen.
Estos días muchos hemos sentido que falla el poder que menos parecía tambalearse del taburete de Montesquieu. Al decadente legislativo y al corrupto ejecutivo se une ahora un vacío judicial. Vacío por lo que dictan los jueces, y también por lo que no dictan, ya que hemos llegado a los absurdos de que no hagan falta jueces para juzgar a los políticos inmundos, y de que se juzgue a los jueces que osaron juzgar a los políticos inmundos.
Fallan pues las instituciones. Por eso hay que regenerarlas, trabajando desde su interior. Y por eso hay que estimularlas, denunciándolas desde su exterior. Lucha en las instituciones y lucha en la calle. Acompañada de más lucha para comunicar la lucha, influyendo en los medios de comunicación. Para que mediante la difusión cada vez se sumen más personas a la lucha.
Lo mejor de este injusto sistema que nos maneja es que hace tanto ruido que poco a poco nos está despertando a todos.
Escribo estas líneas al arrullo del sueño y de las alegres noticias de la organización de una nueva acampada en Valencia. Todos juntos podemos ganar la lucha. Venceremos. Hasta la victoria siempre.
Justo ahora que van a resucitar a Montesquieu
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